Una carta

Esta es la carta que nunca le he escrito a nadie, que podría tener un destinatario, pero nunca se va a enviar, nadie la va a recibir, son solo palabras, son emociones, sentimientos, cosas que se piensan, pero no se dicen, por miedo, por inseguridad, porque leídas por quien no entiende, puedan resultar ridículas, impropias de una mujer adulta, alguien curtido en los avatares de la vida, que se supone debe dejar las ñoñeces para las quinceañeras, preocuparse de cosas más serias; que los tropiezos o los desencantos hay que apartarlos a un lado, respirar y tirar «palante», a seguir como si nada, y por supuesto, sin mirar atrás.

Y probablemente quien lo lea, y no sepa (aunque me conozca) pensará que la niña está depre y hay que escribirle muchas palabras de ánimo, pues otra vez se ha venido abajo…,nada más lejos de la realidad; se puede describir lo que te ha pasado por la cabeza en algún momento, aunque tu estado de ánimo no se corresponda con lo que expresas. Probablemente desde la calma, es mejor, ya que quién escribe eres TU, no te dominan los torbellinos emocionales, te sientes libre, fuerte y cómoda para dejar fluir aquello que quieres que salga. 

Además, en mi descubierta afición por contar cosas en un blog, han sido pocas las veces que haya contado el momento actual, es mejor madurarlo, enfriarlo y luego a escribir. Así que, ¡¡aviso a navegantes!! Estoy bien.

Y precisamente por eso, porque estoy bien, quiero escribir una carta, para que mi desconocid@ destinatari@ no sepa, porque tampoco le hace ninguna falta, que las acciones que decidimos, no siempre tienen que ser las mejores; que siempre y por mucho que cambie el mundo, las modas o las conjunciones planetarias, las personas se entienden hablando; que es más apropiado ser sincer@, aunque duela o no se comprenda, que las verdades a medias, o lo dicho para quedar bien, aun cuando sabes que ni siquiera se va a parecer a la realidad.

También te diría mi querid@ amig@, porque, ante todo, yo te considero así; que somos la suma de nuestras circunstancias, una amalgama de prejuicios, buenas y malas obras, congoja, alegría, ternura, sensibilidad…, que una vez mezcladas resultarían una combinación cuanto menos asombrosa, para nosotros mism@s y para l@s demás.

Tod@s tenemos miedo; lo desconocido nos produce pavor; llevamos la mochila cargada con demasiados escombros y entre tanta basura, es difícil discernir la realidad, de nuestros propios pensamientos, confundimos lo que puede pasar, con lo que creemos a pies juntillas que ocurrirá, cuando la mayor parte de las veces, estamos bastante errados.

Posiblemente la equivocada soy yo, ya que desconozco los motivos de los demás para obrar de determinada manera. Eso también estoy dispuesta a reconocerlo.

Cerrar la puerta no siempre es el mejor camino; huir y no aceptar que entre el blanco y el negro hay miles de colores, es respetable (como cualquier decisión que adopte una persona), pero no tiene que ser comprensible a ojos de la gente.

El viejo decreto de nuestras abuelas «la vida da muchas vueltas» es algo que he aprendido y, en ocasiones de la peor forma, al tomar decisiones muy equivocadas, que después he lamentado, pues no había forma de volver atrás.

El orgullo nunca es buen consejero, hay que quererse y protegerse… mas, las burbujas solo dañan a quién se mete dentro. Cerrar la puerta al mundo no es la solución.

Esto es lo que quería decirte. Probablemente nunca lo leerás, y tal vez es lo mejor: cada cual que viva su vida, como Dios le dio a entender. Se respetan las decisiones, aunque no se entiendan ni se compartan.

En fin, como despedida quiero expresarte, que por la amistad que tenemos, o al menos, para mí lo eres, voy a estar aquí, no sé cuánto tiempo, mucho o poco lo dirá el correr de los meses, las semanas…. los días; creo que cuando el daño no es tal, tod@s merecemos una segunda oportunidad y como en mí no hay dolor o rencor, he decidido ofrecértela, aunque ni siquiera sabrás que existe.

Cuídate, se feliz y vive!!

 
 
 

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