Imagina que se te concediera un deseo, solo uno. No una concatenación de cosas maravillosas y, no te dejaran más tiempo del necesario para poder devanarte los sesos, analizando las posibilidades de tu petición; además que lo que pidieras te fuera otorgado en el momento. ¿Qué harías?
Si tuvieras ese poder, ¿Qué sería lo que pedirías?
Puestos a pensar de forma global, podría ser el fin de las guerras, el entendimiento y la concordia entre las naciones, las culturas; que reine la paz en el mundo, aun a costa de las enemistades y las tremendas diferencias, que surgen cada vez con más frecuencia.
La cura contra el cáncer u otras enfermedades que arrasan a la humanidad. La regeneración de este maravilloso planeta que estamos asesinando a pasos agigantados, y que un día nos devolverá todo el daño que le hacemos. También y, ¿por qué no? acabar con el hambre en el mundo, algo que aliviaría el sufrimiento humano en una gran parte de la Tierra.
Si tocamos la esfera personal, uno de los primeros anhelos de mucha gente sería tener mucho dinero. Imagínalo: se acabó el no estar pendiente del temido fin de mes, no volverás a estar subyugado por el saldo de la cuenta del banco. No hay hipoteca ¡¡¡aleluya!!!, puedes comprarte el casoplón de tus sueños, viajar, conocer todos aquellos lugares con los que siempre soñaste; un coche impresionante… Todas las bondades que «el vil metal» y una economía tan saneada pueden proporcionar. Si a eso añades, que tu suerte de recursos, ayudaría a que tus allegados participen de ella, se acabaron los problemas financieros para las personas de tu elección.
En la esfera personal, puedes desear que tus amistades sean buenas, sólidas, profundas y para siempre; no más altercados. Que las discrepancias o diferencias no conlleven un portazo, que «tu amig@» lo sea en las buenas y en las malas. En igual proporción estés presente en su vida, como él o ella lo está en la tuya; que recibas y otorgues la misma consideración, estabilidad en su esfera más amplia. ¡¡Se acabaron las disputas familiares!! Y con ello prime el respeto y entendimiento con hermanos, padres, tíos, etc.
Ahora vamos al ámbito más íntimo y emocional, prescindes del parné; ya sabemos aquello de «el dinero no hace la felicidad». Entonces eliges que llegue el gran amor de tu vida, y si lo tienes, no hace falta que llegue, pero que la convivencia no desgaste, tu churri y tú os veáis siempre con esa belleza o atributos que hicieron caer rendidos uno en brazos del otro. Compartir lo bueno y malo que te depare la vida, en paz y armonía, juntos, codo a codo, protegiendo y cuidando del otro…. O sea, el cuento de hadas al completo.
También, si eres un espíritu libre, o un antisocial de primera y lo del amor para siempre, no es lo tuyo, pero te preocupa la salud, tu deseo se transforma en cero padecimientos, que tengas una plácida existencia alejado de batas blancas y hospitales, que se pueda envejecer tranquilamente y cuando llegue la hora, cerrar los ojos y que el descanso eterno llegue sin amargura, como un sueño profundo del que no despertarás; que habrá cero sufrimientos.
Abriendo un poco más el abanico de posibilidades sanitarias, sería maravilloso poder lucir arrebatador y fantástico: sin arrugas, canas, michelines, celulitis…, o poseer la singularidad justa para no parecer artificial y tener una belleza natural, en la que tú y los demás os sintáis complacidos con tu aspecto, resultando admirable para quien lo contemple.
En modo erótico festivo, se puede desear que todo el que te guste caiga rendido en tus brazos, ¡ojo! Solo para un «aquí te pillo» no volvamos al cuento de hadas otra vez; que seas irresistible para quién se cruce en tu camino y puedas disfrutar de la vida, el sexo, la lujuria y los placeres de la carne a tus anchas.
Y así, la lista podría de lo que cada uno quisiera pedir, sería muy larga; interminable. Probablemente, en la vigilia nocturna de más de uno, se habrá presentado alguno de estos anhelos. Desear lo que no se tiene, sea altruista o de lo más mundano, es algo tan básico en el comportamiento humano como respirar. Contemplar en la imaginación, que se logra aquello que perseguimos, se habrá convertido en la paz que induce a un plácido descanso.
En mis noches de difícil dormir también los he tenido, los tengo y, a buen seguro los tendré. Unos son más normales; otros propios de un genio de categoría superior para conceder tales pretensiones, pero hoy prefiero guardarlos para mí y para los momentos en los que fantaseo con ese ente, espíritu o providencia del destino que concede felicidad a raudales con solo un pestañeo.
Para terminar, te preguntaría ¿Qué deseas tú?, aunque voy a respetar tu intimidad y no formularé interpelación alguna…
A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear. Marcel Proust