Una frase que he leído en Internet, me ha dado la inspiración para volver a sentarme frente a mi portátil y, teclear mis pensamientos.
¿Alguna vez has escuchado una canción que parece que han escrito especialmente para ti?
Es como si el autor estuviera metido en tu cabeza, viviendo el momento en que te encuentras y, hallara la combinación perfecta de palabras, para contar en una melodía, la tristeza, la felicidad, la alegría; la sensación exacta que tu experimentas.
Es más, aún pasado el tiempo, cada vez que la escuchas, sientes esa conexión con el tema, y la sensación permanecerá contigo mucho tiempo, o tal vez dure el resto de tu vida.
Alguien se ha puesto en tu piel ¿Magia? ¿Una señal? Puede ser, si crees en esas cosas.
Es precisamente esto último, que se pongan en tu piel, algo que con inusitada frecuencia hacemos; una práctica en desuso, el mal llamado desapego. No empatizar con las vivencias o sentimientos de los demás, nos deshumaniza. En cierto modo, perdemos la capacidad de sentir por otra persona. Somos impermeables al dolor ajeno.
Quien expresa ante los demás un temor, un problema o algo que no le permite vivir en paz, pone en manos de otras personas un poco de sus sentimientos más íntimos. Dejar a la vista aquello que nos hace vulnerables, exponer a los demás nuestros puntos débiles.
Realmente ¿Somos capaces de tener la empatía suficiente, para ponernos en la piel de otro ser humano y comprender lo que le afecta? La respuesta debería ser sí. Pero en nuestro afán de enmarañar las cosas y no hacerlo sencillo, lo complicamos más si cabe, e incluso proferimos mayor daño que el que nos están relatando.
Cuando una persona nos cuenta su preocupación, rápidamente corremos a ofrecer todo tipo de soluciones, valgan o no valgan, sean acertadas, erróneas…. y, ¡¡por supuesto!! tenemos una batallita igual en la que nos desenvolvimos acertadamente. Y todos 一he dicho todos一, porque mil veces no presté la suficiente atención, para dar consejos que no me pidieron, ni ofrecer lecciones gratuitas; cometí el mismo error. Juzgar a la ligera restando importancia, ya que, como a nosotros no nos afecta, todo el mundo tiene que ser igual.
O lo que es aún peor, como el problema es de otr@, a mi me resbala. ¿Es tan difícil decir simplemente, ¿Sabes, yo te comprendo, también me he sentido así? Yo creo que no, pero a veces lo sencillo, es lo más difícil.
Luego, vamos a ese capítulo de comportamiento personal más incomprendido, si es posible. Aquella persona que habiendo sufrido en sus carnes el dolor perpetrado por un@, lo inflige a su vez a otr@, con la excusa “es que a mi me han hecho mucho daño”. Pero… es muy normal aplicarlo a otro con total despreocupación.
Conclusión: más que intentar no causar daño (no hagas a otros lo que no desees para tí), es un sálvese quien pueda. Como a mí me hirieron, yo no tengo que pensar en los demás. Muy triste…
Hemos llegado a un punto, donde las reacciones de las personas en su interacción con los demás, son imprevisibles. Es indiferente el tiempo que haga que conoces a alguien. Si se da aquella situación que nadie quiere pasar, además de encontrarte con la incomprensión, más que prestarte ayuda, apoyo, o darte ánimos, casi te vas a quedar con un: “te jodes”.
Cada día aparecen términos 一todos anglosajones一 que definen las prácticas más tóxicas y dañinas del comportamiento humano: ghosting, bulling, cricketing, etc. Deberíamos retornar a nuestro idioma y, practicar la empatía, compasión, comprensión, solidaridad. Ofrecer afecto, amistad, conmiseración y apoyo a quien pasa por un mal momento.
¿Quién sabe? Quizá algún día seamos nosotr@s quienes necesitemos de ello.

Cualquiera puede mirarte, pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú. John Green