Desde que inicié el blog, he contado algunas cosas acerca de mí, aunque la mayoría son reflexiones personales. Hace tiempo que quería hacer un pequeño tributo a las personas con quienes me crié, los que me han visto crecer; y con los cuales he compartido muchas de las experiencias que han forjado mi carácter: mi familia, mis hermanos.
Mi familia es extensa, hay mujeres y hombres. A veces somos muy parecidos y al mismo tiempo todos distintos, con vidas diferentes; casados, divorciados, viudos. Un crisol de personalidades, unidos por unos apellidos y, muchas vivencias compartidas cuando residíamos en casa de nuestros padres.
A menudo no pensamos igual, chocamos, discutimos. En ese momento podemos transformarnos en trenes de mercancías que circulan en sentido contrario, por el mismo rail.
Empleando un eufemismo, descendemos de una estirpe de «caracteres peculiares», capitaneados por abuelito y su vástago papá. Tenemos el ADN un poco explosivo, aunque ese rasgo característico nos ha servido de igual forma, para sobreponernos y superar los escollos que nos hemos encontrado por el camino.
Empiezo con una mujer, que tiene las mejores manos para la cocina, que haya visto nunca. Culinariamente hablando, heredó y ha mejorado la capacidad de nuestra madre al frente de los fogones. Cualquier cosa que ella prepara es un absoluto manjar. Desde el plato más sencillo, al más elaborado, el cariño y la dedicación que pone en las cosas que prepara para su gente, hace que te sientas mejor que en un tres Estrellas Michelín.
Su vida ha estado consagrada a los suyos, a los que ha cuidado, atendido y dispensado todo el amor del mundo. Mujer fuerte donde las haya, tiene una asombrosa capacidad para superar los infortunios que ha vivido. A día de hoy, las metas conseguidas por sus hijos, son fruto de esa devoción y apoyo.
Hay otra personita maravillosa que aplica uno sus talentos al mundo vegetal. No hay poción o ungüento, que ella no conozca, y no hay plantas más verdes y felices que las que habitan en esa bella casa. Otra aguerrida mamá, amante de su marido e hijos, que nunca olvida las fechas importantes, de sus allegados.
Una espléndida mujer, que salió muy joven de la casa paterna, partió lejos de su tierra y de lo que conocía, afrontó su cambio absoluto de vida y creó una bonita familia por la que se ha desvivido.
En todo este devenir, unas veces feliz, otras azotada por los avatares de la propia existencia, ha estado acompañada por el mejor de los hombres; para mi un hermano más.
Un ser tierno y entrañable, dueño de una generosidad sin límite, que ama a su mujer de tal forma, que cualquiera que obtuviera la mitad de ese amor, podría darse con creces por satisfecha.
A todo esto, mi magnífico cuñado es el «Conde» del pulpo a feira; el «Duque» de las sardiñas asadas y el «Ayatollah» del churrasco…, un escándalo.
Luego está quien arregla, restaura, empapela, pinta y tiene mil ingenios para las reparaciones caseras. Es Bricomanía hecha mujer. Lo mismo te cubre el gotelé llana y pasta en mano, que te arregla una persiana, la lavadora y si la llama la NASA, les recompone el Challenger con un juego de llaves allen y unos destornilladores.
En su recién descubierta pasión por la pintura artística (la otra también la borda), es una virtuosa, que nos enorgullece aún más con las maravillas que plasma, algunas de las cuales adornan las paredes de nuestras casas.
Siempre está ahí para llevarte al hospital, a la luna o donde la necesites, difícilmente se amilana y todo lo que ha conseguido ha sido gracias a su tesón y esfuerzo.
¿Qué? ¿Os habéis cansado ya?
Pues tengo que comunicaros, que mis padres no perdieron el tiempo y trajeron al mundo a 6 churumbeles, así que a esto le queda otro tanto.
Pasamos entonces al lado masculino de la prole.
El otro MacGyver de la familia. Un ser fantástico que te arregla desde la aspiradora, pasando por el coche, y si tienes una retroexcavadora, dumper o cualquier otra «pequeñez» por el estilo, te la pone en marcha, sin importar las toneladas que pese. Alguién que prácticamente aprendió su profesión solo, por esa manía desde niño, de destripar todo cacharro que tenía la desgracia de caer en sus manos.
Ha vivido situaciones adversas con gran perseverancia, sin dejarse abatir por las circunstancias. En el ámbito personal es un enamorado de su familia; gran padre y mejor marido, que ha dedicado su vida al cuidado de los suyos.
En el camino le apoya su gran amor, otra mujer generosa y cercana, que en su casa te hace sentir como en la tuya. Prepara las mejores croquetas de cocido del mundo.
A continuación llega el hombre que lo conduce todo. Probablemente le pegaría unos buenos trompos a un 747, si le dan una pista en el aeropuerto. Siendo niño tocaba un instrumento que no le recordaremos, pero su destreza para ello, era envidiable. Es la nota de humor de la familia, siempre pone la guinda para hacerte reir. El humor, un tanto negro, de mis dos hermanos hombres, es difícil de olvidar.
Un tipo con una suerte peculiar; dijo que sería excedente de cupo en el sorteo de la mili… y lo fue. Otros de sus locos vaticinios, también se han cumplido.
¿Conoces esa historia de las pelis tiernas, manida y aun así maravillosa, en la que el amor de juventud aparece pasados muchos años y termina el cuento en final feliz? Esto le ocurrió al hermano «pitoniso». Llegó la mujer del pasado que le apartó de la soltería, dándole la paz y el sosiego que necesitaba.
Y finalmente estoy yo. Hoy solo tengo cabida como relatora, pues este post es solo de ellos; para ellos.
A lo largo de los años he vivido infinidad de momentos con los míos. 6 niños en una casa, es algo tan memorable, que solo quienes han morado en hogares similares, saben a qué me refiero. Algo impensable en la sociedad actual.
Hay uno que recuerdo de una forma especial, en un tiempo no muy lejano, que surgió de uno de los episodios más dolorosos de mi vida. Compartí con mis tres hermanas toda una noche, unidas en el dolor de haber perdido a nuestra madre, en la que decidimos otorgarle el mejor homenaje que se le pudiera rendir, recordando anécdotas de nuestra infancia: los castigos cuando nos portábamos mal, el colegio, las trastadas infantiles, vacaciones. Un tropel de historias con las que reímos hasta llorar. Creo que todas evocaremos esa noche, con la salvedad del hecho luctuoso, con cariño.
Vistos así, parecen seres angelicales, perfectos y maravillosos.
Son personas con sus cosas buenas y otras no tanto, que tienen días negros y luminosos; cometen errores, ríen y lloran. Se sobreponen a los reveses.
Han vivido trances difíciles, se han levantado, han superado el golpe y seguido atendiendo a sus cónyuges e hijos, con el mismo cariño y entrega, no son especiales.
Para mí sí lo son. Mi familia.

Las familias son como ramas en un árbol. Crecemos en diferentes direcciones, pero nuestras raíces siguen siendo las mismas.
Que bonito. Que suerte tienes de tener esa familia!!!
A ver cuándo me los presentas
Verdad que sí?? Un día de esos te los presento