Ni en mis peores delirios, o mis mejores borracheras pensé que iba a escribir de mi viaje personal en la menopausia, y mucho menos desde mi experiencia. Y no es que no la tenga, más bien, ha sido un tema que nunca quise abordar. Ni siquiera soy nueva, ya podría considerarme una entendida en la materia.
Pero… en los últimos meses y por razones, todo esto ha vuelto a mí, (para aquellos que dicen que hay cosas no regresan…. ¡ja!). Y como todo lo que he publicado aquí, pensé: ¿Por qué no?
Y sin más preámbulos, quitándome la camisa y, a pecho descubierto, entre otras cosas por el tremendo sofoco que me está arreando… vamos con ello.
Hoy, señoras, señoritas y, caballeros si les interesa el contenido, toca un post de menopausia.
Cuando la menopausia aparece en tu mundo y el médico empieza a hablarte de ello, quien más quien menos, tiene su runrún. Si añades que tu edad está en consonancia con ello, es como sumar 2+2. El caso es que te niegas a reconocerlo, pensando que a lo mejor es otra cosa… Por un inconsciente momento, prefieres tener una enfermedad antes que te nombren la palabra maldita. Reniegas de las veces que te quejabas cuando te venía el periodo. Ahora quisieras seguir teniéndolo unos años más.
Te indican además, que al contar un año sin la regla, habrás llegado a la menopausia. Entonces, otra sinrazón se apodera de ti. Rezas para que regrese la desertora y volver a poner el contador a cero. Yo, una mujer que jamás quise tener hijos, la he añorado como la que más.
Al llegar la menstruación pasas de niña a mujer; son emocionantes esos cambios que se producen en tu mente y tu cuerpo. Cuando se retira, crees pasar de mujer a vejestorio. Sientes que ha muerto una parte de ti y, empieza la cuesta abajo. A partir de ahora tu vida será muy diferente.
Racionalizarlo es un proceso lento que alcanzas después de un tiempo, hay un largo camino. No aceptas la situación, ni te aceptas a ti misma inmersa en ella.
Física y emocionalmente es un mazazo. A los cambios corporales, hay que añadirle las secuelas: sofocos, irritabilidad, cambios de humor, insomnio y un largo etcétera. Los hay a cientos y, en esto también, cada mujer es un mundo.
Luego sumas las posibles sentencias: osteoporosis, colesterol y un cúmulo de enfermedades y afecciones, que se pueden dar o no, pero a las que a partir de ese momento serás más proclive.
¡¡Y resulta que somos el sexo débil… manda huevos!!
Socialmente, a pesar de los cambios de mentalidad, todavía hay mucho tabú en un gran sector, incluyendo a otras mujeres, en el que se piensa y difunden un montón de sandeces y teorías sin fundamento, llenas de prejuicios.
De toda la vida, ha sido un insulto denigrante, poner el sambenito de “menopáusica”, a quien se ha comportado de forma histriónica, o poco convencional.
La naturalización de algo que no es más que otra etapa física, nos ha ayudado a verlo con ojos frescos. Solo cuando la experimentas llegas a ese convencimiento, antes no. A quien le ha llegado la menopausia, no tiene por qué esconderse.
Ahora puedo decirlo; yo tambien me he escondido. Para mí fue desolador. Algo que me afectaba más psicológicamente, que las veces que me levanté de la cama empapada en sudor, ardiendo cual falla valenciana, a cambiar el pijama por otro más ligero, u optar por dormir desnuda en pleno enero. Las peleas con el nórdico; ahora arriba, ahora abajo, el agua fría. En verano es aún peor. Tu tortilla de hormonas ha declarado la guerra y ataca sin piedad. Te atormenta, lloras sin saber la causa, eres LA FURIA, no puedes dormir… Sientes vergüenza.
A nivel institucional, al fin las administraciones han llegado al convencimiento de que los cambios derivados de la menopausia, requieren de un estudio detallado. Se visibiliza y, con ello, se pretende quitar esa parte de oscuridad a la que millones de mujeres se sometieron. La sanidad ha creado unidades especializadas para tratar todos las afecciones que se derivan de ella.
Esa batalla entre los estrógenos que se van, haciendo todo el ruido posible y, el resto de tu cuerpo, no la vas a ganar. Solo aprendes a vivir con ello; un día constatas que tu menoscabo hormonal no es sinónimo de ser menos mujer. ¡¡Tienes inmensa vida en ti, aún te queda mucha guerra que dar!!
Y las mujeres que tenemos menopausia por causas naturales, hemos llevado nuestra carga, pero hay otras muchas que, por enfermedades o porque la naturaleza humana es inconmensurable, padecen menopausia precoz. Poniéndose en su piel, solo puedo decir que me descubro ante esas valerosas compañeras.
Al final es como todo, forma parte de tu bagaje, deja de ser íntimo y secreto, es algo más que moldea quien eres. Pasas de sufrirlo, a reírte de situaciones que en su momento no tuvieron gracia alguna, son parte de tus batallitas de mujer.
Nunca me he sentido acorde con los años que tengo. Gracias a los buenos genes que mis padres me transmitieron, ni siquiera los aparento. Por todo ello voy a seguir con mis pantalones pitillo, mi lencería de veinteañera, y todas las cosas que me gustan, porque me lo he ganado. Me siento joven, mi cuerpo no es el de una mujer mayor. Que mis estrógenos se hayan ido de vacaciones al más allá, no me convierte en hermana de Matusalén.
Me siento bien, tanto como para dar relieve a algo que puedo decir y escribir: soy una mujer que tiene la menopausia y no me siento mal con ello.
¡¡Dios, qué liberación!!