Introspección es eso que hacemos cuando el mundo gira a distinta velocidad de lo que nuestros sentidos pueden soportar.
Cuando la vida se acelera más de la cuenta, y el vértigo que sientes por no poder controlar lo que se te viene encima. Tu condición humana te sugiere hacer un agujero, (de la profundidad, hablaremos después) y te metes dentro, donde te sientes no bien, pero si seguro y protegido de tanto viraje.
También sucede a la inversa, cuando el mundo va demasiado despacio y, tu agitada alma quiere correr, volar, ir a toda mecha. Su velocidad te ataca los nervios; los sentidos. Tienes la sensación de que explotarías en cualquier momento. ¡¡Solo quieres gritar!!
Introspección es lo que hacemos, cuando nuestros deseos no andan en consonancia con lo que está ocurriendo. Lo que tiene que pasar, no pasa. Lo que rezas para que no llegue, está llamando a tu puerta insistentemente. No se va a ir hasta que abras y te dé en los morros, te deja con el disgusto y se va tan campante.
Introspección es lo que engendras, cuando te pones a ver la lista de parabienes y crees que eres el/la últim@ que, en el reparto de suerte, no te han dejado ni la pedrea.
Cuando lo fácil lo hacemos difícil, y a veces, hasta casi imposible. Cuando el entendimiento es el más tortuoso de los caminos, la empatía se ha ido a dar la vuelta al mundo, se ha perdido, y no sabes si algún día reaparecerá para arreglar el estropicio.
Introspección es el silencio autoimpuesto, el no querer decir lo que piensas, no preguntar aquello que te interesa, continuar en la ignorancia de lo que desconoces, callar para no dañar, guardar todo para ti y no compartirlo con nadie. Teclear tus pensamientos para dejarlos salir, en la creencia, que cuando acabes, es como si lo compartieras con todo el mundo; aunque solo unas pocas personas que tu escojas, podrán leerlo y pensar si estás loc@ de atar, tienes una peligrosa erupción hormonal, síndrome posvacacional, o simplemente el cansancio te está jugando una mala pasada.
Y depende de la hora, el momento, el desquicio del día o, algún que otro factor, el agujero será:
Pequeñito: lo justo para que te acomodes hasta que pase la tormenta.
King Size: para aquellas situaciones donde lo mejor es apartarse del mundanal ruido, rumiar las desventuras, sonarte los mocos. Y así, con renovadas fuerzas y, «la mejor de las sonrisas», unirte de nuevo al mundo de los rostros felices para seguir como si nada.
Y finalmente, la mina de Johannesburgo: cuando ya no puedes más, ni te gusta la velocidad del mundo, ni la tuya, ni la de los demás. Solo quieres estar a oscuras de todo. No oír, no pensar, no sentir, que te inunden tus emociones. Llorar, gritar, lo que sea… pero hacerlo sol@, abrirte en canal, sacudirte los demonios y vaciarte, sin más…
Introspección es aquello que no deberíamos hacer y que a la vez es necesario. Para saber que no estás solo, y también para tener claro quien no te acompañará en ese viaje. Vaciar la mochila de lo que no vibra, no aporta, ni te deja respirar. Hacerte una muesca más, saber que otra vez has hecho una pequeña incursión a tu infierno particular y vives para contarlo.