Haciendo balance

 Se acerca el final del año, algo que vivimos cada 12 meses y, que no tendría nada de especial, si no fuera por esa costumbre humana de revisar lo acaecido en los 365 días anteriores. Y yo, como los demás mortales, hago lo propio con lo que he experimentado, haciendo balance de cuanto me ha acontecido, que a decir verdad, ha dado para mucho.

Se podría narrar de dos formas:

Una sería lógica, formal; con todo el rigor que merece el relato de experiencias vividas, aquello ocurrido en el transcurso de 12 meses, lo que se traduce en algo que una vez leído, es comparable a ver Lo que el Viento se Llevó en un día de bajón y con las hormonas de duelo que, aunque no haya sido así, cuando se escribe lo que sale de dentro, resulta demasiado intenso.

La otra más alocada, es darle un poco de humor. Ya que sobreviviste a todo ello y, si has llegado de nuevo a las terroríficas Navidades para contarlo, es mejor hacerlo con alegría.

Empecé bien el año, algo que hacía mucho tiempo no experimentaba, no había cuesta de enero, ni económica, ni emocional, ¡¡el 2024 prometía!! Después de unos meses cambié de opinión…

Los propósitos del año nuevo, se quedaron en eso, en propósitos.

Hubo días de contemplar seriamente el asesinato, cuando el talante de algunos especímenes, que no merecen el calificativo de personas, transformaron ciertos periodos, en un dramón que se podría vender a Netflix para que hagan una miniserie.

¡¡A la basura todo lo que no sirve!! Por fin me enfrenté a los cajones, al zapatero e hice limpieza. Y ya puesta, con la agenda del móvil, el WhatsApp y todo aquello que el dia que te da por poner orden a diestro y siniestro, te vienes arriba en aras de la higiene, y no hay quien te pare.

Tomé grandes decisiones: La airfryer y algunos artilugios más seguirán esperando, si tienen que competir con irme de viaje, disfrutar y hacer cosas diferentes. Se sacrificaron «porque yo lo valgo», máxime teniendo en cuenta que, Putin está que no hay quien lo soporte, Trump ha vuelto ¡¡horror!!; Feijó se ha quitado las gafas y tiene peor cara que antes… Con este panorama, cualquier día el mundo se va al carajo.

He tenido buenas y malas noticias. Me gasté un dineral en un tratamiento para el pelo y aun así, me levanto como Medusa todas las mañanas. Y hablando de pelo, estoy más tiempo cabeza abajo que erguida, con tanto «atusado de melena». He pasado de no importarme la longitud de mi pelo, que fue muy corto, a mirar con el ojo de Sauron a la peluquera, si se pasa un milímetro de más con la tijera.

Las vitaminas hacen su efecto, pero más que nada en la uñas; ahora son preciosas, fuertes, casi perfectas, (si, ya sé que no tengo abuela), para que luego todo el mundo te pregunte con cara de extrañeza si son tuyas, dando por hecho que vienen de «made in China» del barrio, que te las pone postizas.

Cambié muchos clichés, el número de cremas a usar y comprar nunca es suficiente, hay que probar todos los mejunjes hechos con productos caseros, para ver si te quitan aunque sea 2 arrugas, o media ojera y, con todo eso de no aparentar la edad ni un solo segundo del día, me veo muy cerca de comprarme algún serum, potingue o todo ello, si te pone la cara del miércoles pasado.

El tiempo no pasa en balde, nos hacemos mayores, soy una conversa convencida de los refranes de mi querida Teresita, «de los cuarenta para arriba….» «a la vejez, viruelas» etc. He visto más al médico que a algunos amigos, el mueble del baño cada vez tiene menos espacio. El ibuprofeno, el paracetamol y demás familia campan a sus anchas. La receta electrónica a veces lleva química que, en un after se montaría la fiesta del año.

Debo sincerarme; en dos ocasiones he necesitado un hombre en mi vida, en mi casa, en mi dormitorio. He sufrido por no tenerlo. Me tuve que enfrentar yo sola al saltamontes y la cucaracha más grandes que haya visto en mi vida, se colaron y pretendieron ser mis compis de piso. Casi me da algo cuando sola, temblorosa y al borde del paroxismo tuve que ajusticiarlos.

Por fín!! desterré la absurda idea de que los años pares son los mejores para mi. El 2020 me abrió los ojos 😬, este año me ha convencido plenamente… y del 2022, no me acuerdo…😁.

Sigo cumpliendo años como todo el mundo, pero en momentos de 2024 he vuelto a los 20, y solo se puede describir de una forma: ¡¡Aleluya!! aunque los efectos de alguna resaca, te hagan volver de golpe a los reales y  sentirte cercana a la momia de Tutankamón.

He dicho NO cuando he tenido que hacerlo, y también cuando no tenía. He dicho SÍ cuando tenía que ser NO, lo que digo…. puritita contradicción. ¡¡Ay Dios!!

Nunca me gustó y, resulta que ahora me hago selfies. También envío audios de WhatsApp, que a veces son muy muy largos. Compadezco a quién tenga que oirlos cuando se me va la pinza. 

Salí de mi zona de confort, hice algo grande que jamás imaginé: he comido pepinillos y cebollitas en vinagre!! 

Retomé mi abandonado blog, volví a mi pasión por escribir; retratar y desgajar las cosas que destila mi mente. Redescubrí que no tengo remedio, y que hay cosas que es mejor no colgar, si no quiero que me lo cierren o termine en un psiquiátrico. El ser humano es una continua contradicción entre lo que dice, lo que piensa y lo que siente, soy la prueba viviente de ello.

Se que no voy a ganar el Premio Pulitzer, ni tan siquiera el de literatura de la biblioteca del barrio. Escribir me divierte y relaja a partes iguales, y siempre es un aliciente seguir intentando hacerlo cada vez mejor.

2024 es un periodo para recordar por grandes motivos y para olvidar en otros tantos, como muchos de los que ya ni me acuerdo, porque el 1 de enero, pones a cero el contador, empiezas a llenar el disco duro con las experiencias que traiga el nuevo año; guardas para rememorar y echar cuentas al acabar el mismo, o simplemente para echarle ganas y hacer con ello un post.

No pongas en una balanza los errores, ni tampoco los conviertas en reproches. Si lo hiciste con el corazón y diste tu YO mejor, jamás habrá un mal resultado. CG.

La vida es un balance entre sostener y dejar ir. Rumi

 

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